miércoles, 13 de noviembre de 2013

Una gran resaca. Breve resumen de la evolución de la sociedad y el trabajo. (I)

Este texto es la traducción de http://www.correcotia.com.br/bolobolo/principal.htm Espero que os guste. (Mi opinión no tiene por qué coincidir con lo que traduzca, como en este caso).


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Una gran resaca


Vivir en este planeta no es tan agradable como podría ser. Es cierto que alguna cosa no salió bien en la Tierra, ¿pero el qué? Tal vez fue un equívoco fundamental cuando la Naturaleza (o cualquier quienquiera que haya sido) decidió poner en práctica la idea de “Ser humano”. Ahora bien, ¿por qué debería ese animal andar sobre dos piernas y comenzar a pensar? Pero bueno, en cuanto a eso no hay mucha elección, tenemos que aprender a lidiar con ese error de la naturaleza, es decir, nosotrxs mismxs. Los errores existen para aprender de ellos.

En tiempos prehistóricos el negocio no parecía tan malo. Durante el Paleolítico, 50.000 años atrás, éramos muy pocxs. Había comida abundante (caza y recolección), y sobrevivir exigía solo un tiempecito de trabajo con esfuerzos modestos. Coger raíces, castañas o moras (no olvidar los hongos) y matar (o mejor, coger con la arapuca* N.T.: especie de trampa) conejos, canguros, peces, pájaros… llevaba dos o tres horas al día. Repartíamos la carne y los frutos con lxs otrxs y pasábamos el resto del tiempo durmiendo, soñando, bañándonos en el mar o en una cascada, follando o contando historias. Algunos de nosotros comenzamos a pintar las paredes de las cavernas, a tallar huesos y troncos, a inventar nuevas trampas y canciones.

Deambulábamos por los campos en grupos de veinticinco, más o menos, con un mínimo de bagaje y pertenencias. Preferíamos climas suaves, como el de África, y no había civilización para expulsar a gente en dirección a los desiertos, tundras y montañas. El Paleolítico debe haber sido un buen negocio, como acreditan los recientes hallazgos arqueológicos. Por eso es que nos quedamos en él durante miles de años, un periodo largo y feliz comparado con los dos siglos de la actual pesadilla industrial.

Entonces alguien comenzó a juguetear con plantas y semillas e inventó la agricultura. Parecía una buena idea: no teníamos que andar más buscando vegetales. Pero la vida se hizo más complicada y trabajosa. Estábamos obligadxs a estar en el mismo sitio durante meses, a guardar semillas para la siguiente plantación, a planear y ejecutar el trabajo en los campos. Y necesitábamos defender las tierras de nuestrxs primxs nómadas, cazadores y recolectores que insistían en que todo pertenecía a todo el mundo.

Comenzaron los conflictos entre artesanos, cazadores y pastores. Fue preciso explicar a lxs otrxs que habíamos trabajado para acumular nuestras provisiones, y ellxs ni tenían una palabra para trabajo.

La planificación, la reserva de comida, la defensa, las cercas, la necesidad de organización y autodisciplina abrieron camino para organismos sociales especializados como iglesias, mandos, ejército. Creamos religiones con rituales de fertilidad para mantenernos convencidxs de nuestra nueva elección de vida. La tentación de volver a la libertad de cazadorxs y recolectorxs debe haber sido una amenaza constante; y, fuera con patriarcado o matriarcado, estábamos a camino de la institución, familia y propiedad.

Con el crecimiento de las antiguas civilizaciones de Mesopotamia, India, China y Egipto, el equilibrio entre los humanos y los recursos naturales estaba definitivamente arruinado. Se programó así un futuro obstaculizado. Organismos centralizadores desarrollarían su propia dinámica; volviéndonos víctimas de nuestra creación. En vez de un par de horas por día, trabajábamos diez o más en los campos y construcciones de faraones y césares. Moríamos en sus guerras, éramos deportadxs como esclavxs cuando querían, y quien tratase de volver a la libertad anterior era torturadx, mutiladxs o asesinadx.

Con el inicio de la industrialización las cosas no mejoraron. Para chafar las rebeliones de lxs campesinxs y la creciente independencia de lxs artesanxs en las ciudades, se introdujo el sistema de fábricas. En vez de capataces y látigos, usaban máquinas. Ellas comandaban nuestro ritmo de acción, castigando automáticamente con accidentes, manteniéndonos bajo control con bastos golpes. Una vez más el progreso significaba trabajo y más trabajo, en condiciones aún más asesinas. La sociedad entera, en todo el planeta, estaba transformándose en una enorme Máquina de Trabajo. Y esa Máquina de Trabajo era al mismo tiempo una Máquina de Guerra para cualquiera que -de dentro o de fuera- osase oponerse. La guerra se volvió industrial, como el trabajo; de hecho, paz y trabajo nunca fueron compatibles. No se puede aceptar la destrucción por el trabajo y evitar que la misma máquina mate a lxs otrxs; no se puede rechazar la propia libertad sin amenazar la libertad ajena. La Guerra se tornó absoluta con el Trabajo.

La nueva Máquina de Trabajo creó grandes Ilusiones sobre un futuro mejor. Al fin y al cabo, si el presente era tan miserable, el futuro solo podía ser mejor. Asimismo, las organizaciones de trabajadores se convencieron de que la Industrialización establecería las bases para una sociedad más libre, con más tiempo disponible, más placeres. Utópicos, socialistas y comunistas acreditaron la industria. Marx pensó que con esa ayuda lxs humanxs podrían cazar, hacer poesía, gozar la vida nuevamente. (¿Para qué tanta vuelta?) Lenin y Stalin, Castro y Mao y todxs lxs otrxs pedirán Más Sacrificio para construir la nueva sociedad. Pero aún el mismo socialismo no pasaba de ser un nuevo truco de la Máquina de Trabajo, extendiendo su poder a las áreas donde el capital privado no llegaría. La Máquina de Trabajo no importa si manejada por multinacionales o por burocracias de Estado, su objetivo es siempre el mismo: robar nuestro dinero para producir acero.

La Máquina del Trabajo y de la Guerra arruinó definitivamente esta nave que es la Tierra y su destino natural. Los medios naturales (selvas, bosques, lagos, mares) están en pedazos; nuestrxs amiguitxs (ballenas, tortugas, tigres, águilas) están siendo exterminadxs o amenazadxs; el aire (humo, lluvia ácida, residuos industriales) está contaminado y perdió todo el sentido de equilibrio; las reservas (combustibles fósiles, carbón, metales) se está agotando; y se está preparando (holocausto nuclear) la completa autodestrucción. No somos capaces de alimentar a todxs lxs pasajerxs de esta nave averiada. Estamos tan nerviosxs e irritables que estamos preparadxs para los peores tipos de guerra: nacionalistas, raciales o religiosas. Para muchxs de nosotrxs, el holocausto nuclear no es una amenaza, es la bienvenida liberación del miedo, del tedio, de la opresión y la esclavitud.



Tres mil años de civilización y doscientos de acelerado progreso industrial dejarán a la gente con una enorme resaca. La economía se tornó un objetivo en sí misma, y casi nos ha tragado. Este hotel aterra a sus huéspedes. Aún la gente siendo siendo huésped y anfitrióna a la vez.



domingo, 3 de noviembre de 2013

Negură Bunget

Llueve, y pierdo la fe. Ningún dios ni  ángel estará conmigo esta noche, mas en su ausencia descubro la grandeza en la sangre del hombre, la salvia de los Árboles, las huellas del camino, y el viento. Me libero de los renglones torcidos, de las cadenas del milagro divino, y el dolor me hace más fuerte, pues venzo el miedo a la muerte, y aprendo a matar dioses.