“Athena: Hago solamente aquello que me es pedido. Pedidme que la ciudad
funcione con armonía y ataré a los esclavos y engordaré a sus amos. Así es
como se forja la armonía del caos. Todos los que emigran y viven en las afueras
de la justa Athena aceptarán este acuerdo, sea sincera o fingida su ignorancia
sobre este acuerdo. Morar en mi ciudad requiere sumisión. Al igual que un buey
que carga agua se somete a su yugo, así debe el ciudadano someterse a las leyes
de la ciudad. Pero si os cansáis de esta situación, si el vino causa la enfermedad
y las uvas se pudren en la vid, alegremente destruiré aquello que me habéis
pedido que creara. Pero todavía tengo que escuchar a cualquiera de vosotros
mortales, rebeldes o reyes, pedirme que lleve a cabo esta tarea final: ... dejar que
el Caos reine en los campos de Athena. Os falta el coraje para ver arder todo lo
que os ofrece comodidad y abrigo. Hasta el más fuerte entre vosotros teme al
poderoso Caos y yo le dejaré hacer libremente. Pero recuerda esto, joven alma:
hago solamente aquello que me es pedido. Pídeme que te construya una ciudad
y haré que funcione. Pídeme que acabe con la miseria de la ciudad y tendré sólo
una opción: destruirla por completo.”
Eurípides, ATHENA POLIAS (Athena de la Ciudad), de las Tragedias
Perdidas.
Con este fragmento de la obra de Eurípides (tras una poesía de Vassilis Vassilikos) comienza Incontrolables: Contribuciones para un nihilismo consciente. Un análisis de la revuelta griega pero también una crítica constructiva al movimiento nihilista iniciado por esxs jóvenes de la edad de Alexandros en adelante que no tenían una base anarquista ni unos conocimientos previos pero vieron su rabia reflejada en la rabia de lxs "encapuchadxs":
"En diciembre de 2008, un gran número de jóvenes atenienses descubrió algo terrible. Muchos de ellos tenían entre 13 y 19 años cuando Alexis, con 15 años de edad, recibió un disparo en el pecho y murió. Estos jóvenes, que sabían muy poco acerca de las asambleas anarquistas o sobre los métodos aceptables
de lucha, pronto rondaron alrededor de la gente a la que veían quemar bancos, saquear tiendas, reventar los pedazos de mármol de las aceras de las calles y lanzar fuego contra la policía . Durante esos días, nadie trató de detener su ira (que habían descubierto tener en demasía), excepto la policía. Durante esos días, ellos sabían quién era su enemigo: la gente que trataban de detenerles. Evidentemente, su capacidad para destruir dependía de la presencia de otros, creando en ellos un fuerte sentido de comunidad y poder de grupo. Este poder fue utilizado en contra de todo lo que les mantenía en orden y creció mientras duró la insurrección. Cuando ésta terminó, cuando regresó la normalidad, estos jóvenes se mantuvieron alerta y conscientes de su poder, esperando la oportunidad para volver a usarlo."
Los muertos no hablan. Investidos por la belleza de
la muerte, se han llevado consigo todos los secretos
que ninguna primavera y sus retoños podrán
revelarnos. Tierra henchida de revelaciones que
no han podido hacerse, de apologías sofocadas,
de memorandos, de excepciones declinatorias, de
procedimientos, de interpretaciones de los hechos
que se han depositado alrededor de los huesos
enfriados, como la sal.
Los muertos no saben cómo se hace la Historia. La
riegan con su sangre y nunca se enteran de lo que
sigue a su muerte. No conocen su sacrificio y esta
ignorancia los embellece aun más. Los primeros
cristianos sabían por qué se sacrificaban. Iban al
martirio con conocimiento de causa. ¿Pero cómo
pretender hoy que alguien quiera sacrificarse
cuando sólo se cree en el buen sentido, en el buen
sentido más simple? ?Quién ha pretendido jamás
que la injusticia deba hacer buenas migas con la
justicia, la pobreza con la riqueza, la paz con la
guerra? Y aunque nadie se haya arriesgado jamás a
ello, muchos son los que, día a día, con sus actos y
sus palabras parecen sostenerlo.
Vassilis Vassilikos, “Z