martes, 24 de septiembre de 2013

INCONTROLABLES: Contribuciones para un nihilismo consciente.


“Athena: Hago solamente aquello que me es pedido. Pedidme que la ciudad 
funcione con armonía y ataré a los esclavos y engordaré a sus amos. Así es 
como se forja la armonía del caos. Todos los que emigran y viven en las afueras 
de la justa Athena aceptarán este acuerdo, sea sincera o fingida su ignorancia 
sobre este acuerdo. Morar en mi ciudad requiere sumisión. Al igual que un buey 
que carga agua se somete a su yugo, así debe el ciudadano someterse a las leyes 
de la ciudad. Pero si os cansáis de esta situación, si el vino causa la enfermedad 
y las uvas se pudren en la vid, alegremente destruiré aquello que me habéis 
pedido que creara. Pero todavía tengo que escuchar a cualquiera de vosotros 
mortales, rebeldes o reyes, pedirme que lleve a cabo esta tarea final: ... dejar que 
el Caos reine en los campos de Athena. Os falta el coraje para ver arder todo lo 
que os ofrece comodidad y abrigo. Hasta el más fuerte entre vosotros teme al 
poderoso Caos y yo le dejaré hacer libremente. Pero recuerda esto, joven alma: 
hago solamente aquello que me es pedido. Pídeme que te construya una ciudad 
y haré que funcione. Pídeme que acabe con la miseria de la ciudad y tendré sólo 
una opción: destruirla por completo.”

Eurípides, ATHENA POLIAS (Athena de la Ciudad), de las Tragedias 
Perdidas.

Con este fragmento de la obra de Eurípides (tras una poesía de Vassilis Vassilikos) comienza Incontrolables: Contribuciones para un nihilismo consciente. Un análisis de la revuelta griega pero también una crítica constructiva al movimiento nihilista iniciado por esxs jóvenes de la edad de Alexandros en adelante que no tenían una base anarquista ni unos conocimientos previos pero vieron su rabia reflejada en la rabia de lxs "encapuchadxs":
"En diciembre de 2008, un gran número de jóvenes atenienses descubrió algo terrible. Muchos de ellos tenían entre 13 y 19 años cuando Alexis, con 15 años de edad, recibió un disparo en el pecho y murió. Estos jóvenes, que sabían muy poco acerca de las asambleas anarquistas o sobre los métodos aceptables
de lucha, pronto rondaron alrededor de la gente a la que veían quemar bancos, saquear tiendas, reventar los pedazos de mármol de las aceras de las calles y lanzar fuego contra la policía . Durante esos días, nadie trató de detener su ira (que habían descubierto tener en demasía), excepto la policía. Durante esos días, ellos sabían quién era su enemigo: la gente que trataban de detenerles. Evidentemente, su capacidad para destruir dependía de la presencia de otros, creando en ellos un fuerte sentido de comunidad y poder de grupo. Este poder fue utilizado en contra de todo lo que les mantenía en orden y creció mientras duró la insurrección. Cuando ésta terminó, cuando regresó la normalidad, estos jóvenes se mantuvieron alerta y conscientes de su poder, esperando la oportunidad para volver a usarlo."



Los muertos no hablan. Investidos por la belleza de 
la muerte, se han llevado consigo todos los secretos 
que ninguna primavera y sus retoños podrán 
revelarnos. Tierra henchida de revelaciones que 
no han podido hacerse, de apologías sofocadas, 
de memorandos, de excepciones declinatorias, de 
procedimientos, de interpretaciones de los hechos 
que se han depositado alrededor de los huesos 
enfriados, como la sal.
Los muertos no saben cómo se hace la Historia. La 
riegan con su sangre y nunca se enteran de lo que 
sigue a su muerte. No conocen su sacrificio y esta 
ignorancia los embellece aun más. Los primeros 
cristianos sabían por qué se sacrificaban. Iban al 
martirio con conocimiento de causa. ¿Pero cómo 
pretender hoy que alguien quiera sacrificarse 
cuando sólo se cree en el buen sentido, en el buen 
sentido más simple? ?Quién ha pretendido jamás 
que la injusticia deba hacer buenas migas con la 
justicia, la pobreza con la riqueza, la paz con la 
guerra? Y aunque nadie se haya arriesgado jamás a 
ello, muchos son los que, día a día, con sus actos y 
sus palabras parecen sostenerlo.
Vassilis Vassilikos, “Z

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