viernes, 23 de enero de 2015

Breve visita a una sex-shop madrileña: Estamos rodeadas de simbolismo.

Últimamente me apetecía contaros una experiencia personal, porque los libros, traducciones y las recomendaciones están muy bien para adquirir conocimientos teóricos, pero no hay nada mejor que analizar situaciones reales como práctica.
Ayer encontré un buen motivo para volver a escribir en el blog después de tanto tiempo que se ha encargado una compañera de ir llevando.

Os pongo en situación. 

Madrid, barrio de Tetuán, en la zona financiera. Estábamos mi novio (cishet) y yo (ni cis ni het) paseando por esa zona para variar un poco. En un principio habíamos mirado teatros/exposiciones/charlas en Madrid gratis pero pensamos que era mejor idea ir a mirar sex-shops, y uno quedaba cerca (En los bajos de Orense). Entramos allí (FantasíasMadrid, se llama), y era un sitio bastante lúgubre, pero no todo lo lúgubre que parecía desde fuera. Me recordó a cuando estuve en París, en el barrio de Montmartre cómo no; y con un compañero de clase (teníamos 15 años) entramos en la mayoría. Era curiosa la diferencia entre un sex-shop limpio y con aire de exclusividad, y los de cortinilla roja con el típico dependiente fumando con aire decadente y oliendo a cerrado y humedad. Este era un punto medio, tal vez porque era un sitio muy amplio y no me agobiaba. La mitad de la tienda eran películas y la otra mitad productos en vitrinas. Comenzamos a ver los productos en orden, junto con una pareja de chicas. Nos reíamos de ciertos diseños de dildos (rosas con lucecitas y purpurina, un delfín...) a tontear con: 'imagínate con esto si...'. Y llegamos a la parte de dildos indicados para comenzar en el sexo anal. Empecé a señalar cuáles me gustaban y cuáles no: demasiado grande, demasiado caro (el precio de los productos para disfrutar de tu sexualidad son excesivos y dan para otro texto entero de queja y ecosex). 

Después de ver que no teníamos dinero para poder comprar uno, decidimos darnos una vuelta completa por el establecimiento, y volver cuando tuviésemos dinero allá por el año 2500.

Seguimos nuestro paseo cogidos de la mano viendo los edificios monumentales de esa zona gris. 
Le hablé de uno de los dildos que me había gustado porque 'me parece cuqui', a lo que él me respondió que ni hablar iba a dejar que le follase con un dildo con forma de pene. Al principio me quedé parada sin saber bien qué pensar, pero ya conoce mis caras y empezó a explicarme:
 'Todo es simbolismo. Si yo soy cis y hetero no tengo por qué meterme un pene, igual que no tiene por qué hacerlo una lesbiana o unos gays comprar una vagina de goma.' Le seguí diciendo que solo me parecía un trozo de silicona y que no había que darle más importancia. Yo no lo entendía en ese momento porque yo no estaba viendo ningún pene, era evidente que lo había pero yo solo pensaba en algo con lo que darme placer, independientemente de la forma o el color, de hecho la única razón por la que NO quería un dildo con forma de pene, es porque tengo cierta aversión a los genitales masculinos, ni más ni menos, por malas vivencias. Entonces tras varias explicaciones más me pareció entender lo que me indicaba mi pareja.

Todos (o la gran mayoría de dildos) eran recreaciones de penes de distintos tamaños (en este caso apenas variaba el color), variando poquísimo en su diseño. Hay mil formas distintas de darse placer y distintos puntos erógenos que, en el caso de la vagina, se puede estimular y conseguir placer de muchísimas otras formas que no es mediante la penetración con un pene. Podrían venderse dildos con formas adaptadas a los puntos a estimular de la vagina (con estrías, puntos, ondas...), PERO NO, no importa tanto el placer real de mujeres; que no es que busquen un sustituto, o que 'estén faltas de sexo', simplemente quieren disfrutar de su propio cuerpo. Así como una pareja de lesbianas no tiene por qué tener que comprar un pene de goma. (Aquí el típico de: 'Bien que no os gustan los tíos pero usáis pollas de goma`). Pero prácticamente toda la industria está destinada a la satisfacción del hombre. Tanto en el porno, como en las fotos en la caja de un dildo, de dos lesbianas follándose con un hombre mirando. Y esto por no hablar de las modelos de las fotos. 

Y es que si mi pareja y yo queremos disfrutar de nuestros cuerpos, es vergonzoso que la gran mayoría de sugerencias tengan que ver con genitales masculinos, cuando hay formas mucho más plancenteras par ambos. O que si quiero ver a mi pareja disfrutando, todas las opciones de sexo anal para hombres estén en vitrinas donde todo es de temática 'homosexual'. Porque las prácticas sexuales son indiferentes al género al que consideres que perteneces y el género por el que te sientes atraído (si te sientes atraído por más de uno, si te da igual o si no te atrae nada). Porque si eres cishombre y te gusta el sexo anal, eso no te hace homosexual, y si eres homosexual y no quieres sexo anal es totalmente legítimo, porque cada unx puede hacer lo que desee con su cuerpo. Igual que si eres mujer no tiene por qué gustarte ni consentir penetraciones. Pero el falo tiene que estar siempre como símbolo de poder y de 'para quién' es la industria sexual, el principal benefactor no solo de forma directa...

Hasta aquí por ahora mi reflexión, abierta a todo debate. 

Hasta el coño de simbolismos (literalmente).

2 comentarios:

  1. Que el strap-on este sugerido como "elemento de sugestión masculina visual" telita. Y todo esos falos en la industria lésbica... yo huía de las pollas y mira, portables. Pero, cómo tú bien sabes, es uno más de los engendros de la oferta-demanda capitalista y, claro, la polla domina el capital, la polla domina los escaparates.

    Muy buena reflexión. Yo me había percatado pero sin la teoría no lo hubiera percibido nunca.

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    1. Reconforta ver ideas comunes. Otro sexo es posible.

      Muchas gracias. <3

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