jueves, 7 de enero de 2016

El día que las AnarcoChonis nos devolvieron la ilusión


Hasta hace unos días sentía que los feminismos que me rodean se habían convertido en una suerte de pelea digital vanguardista de términos academicistas y egos construidos sobre una colección de opresiones HazteConTodosPokemon, que lo siento tías, pero yo no entiendo. Y mi abuela tampoco.

Cuando ya tenía el monóculo colocado, llaga lo anarcoChoni y de un tortazo te devuelve a tu cuerpo, a tu vida y a tu historia. Te escupe a la cara lo que eres y de donde vienes, te coloca en el lugar desde el que comienza tu lucha. Y joder hermanas, que gusto ver lo que pintáis por las calles y como os hacéis presentes en nuestra lucha.

La choni es una identidad social, económica y política. Somos las chavs de esos libros de ciencias políticas que lees pero de los barrios a los que no quieres ni acercarte. Somos a las que desprecias y a las que temes, de las que te ríes y a las que nunca querrías sentar a la mesa en una de esas comidas familiares.

Las chonis somos las hijas maleducadas de la clase proletaria de la periferia.

Las chonis de mi barrio íbamos todas en manada, nos guardábamos los porros en el forro del sujetador y robábamos el botellón en el Carrefour de la avenida. Éramos capaces de sostener la etiqueta de puta o de guarra con orgullo porque nuestra sexualidad, grosera y desvergonzada, era señalada con envidia. Nos hermanábamos con las gitanas, con las rumanas, con las latinas, con las marikas y con todas aquellas que se pintaran de negro el rabillo que Amy Winehouse paseó con arrogancia por cada escenario. Nos colábamos en las discotecas pijas y competíamos por ver quien se enrollaba con más tíos o robaba más copas o más carteras que luego compartíamos de forma descarada. Éramos una tribu de deslenguadas y gozamos de toda aquella adolescencia chabacana de pantalones de campana, leopardo y camisetas escotadas del Berska que se quedaban con un pequeño roto en la parte de la nuca al arrancarles el pita. Nos partíamos la cara si tocaban a una de las nuestras.

Luego supongo que crecimos. Moderamos nuestras vidas para llegar a la universidad o conseguir uno de esos curros de mierda que te pagan la supervivencia a final de mes. Se nos olvidó lo que fuimos.

Recordar esto con cariño y rabia ha sido un nuevo despertar dentro de un recorrido que a veces se vuelve aburrido y correcto. Que placer da ver que habéis vuelto.

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